miércoles, 3 de noviembre de 2010

Chillanejos vivieron una noche de ensueño en impactante recital de Rush


Escuchar a Rush de por si es transportarse. Verlos en vivo, es entrar en una dimensión a la que se ingresa pocas veces en la vida. Una experiencia tántrica que agudiza los sentidos en torno a acordes rupturistas, pero melódicos en extremos. Es un golpe al mentón, un estremecimiento que invade todo el cuerpo, como el primer beso, como la primera vez que te enteras de que el amor de tu vida es correspondido.
Eso sintieron más de 40 mil fanáticos del trío canadiense, que se dieron cita la noche del domingo en el Estadio Nacional, en Santiago, hasta donde -como era de esperar- llegaron decenas de chillanejos que esperaron toda la vida este momento y en el que LA DISCUSIÓN también dijo presente, sumándose a la, tal vez, mayor expectativa de toda una generación que ya supera los 30 años.
El impacto llegó de entrada. Después de soportar los casi 30 grados de la soleada tarde dominical capitalina -amortizada eso si por un desfile sonoro con lo más granado del rock progresivo- llegó el momento esperado. 21 horas, el sol daba paso a una brisa tenue. Sin embargo, la temperatura subió de golpe con los primeros acordes de “Spirit of radio”, previo a un video donde se conceptualizaba el nombre de la gira “Time Machine” protagonizada cómicamente por los propios Rush.
Y ahí, sobre el escenario, estaba el clásico triunvirato Lee-Lifeson y Peart- para arremeter con furia melódica y, ya está dicho, estremecer los corazones de una fanaticada que gritaba a todo pulmón y que se abrazaba y hasta invocaba al cielo, para dar crédito al espectáculo que ebullía desde el estrado.
La ovación fue de marca mayor, de las más grandes que recuerde el recinto ñuñoíno y que se prolongó con “Time stand still”, de los pocos temas de la banda que sonaron en la radio.
Lo que vino después fue la prolongación de la histeria. En medio, destacó el reconocimiento de los canadienses a los mineros rescatados, con “Stick it out”. Notoria fue la inscripción 33 en la guitarra de Alex Lifeson.
La euforia marcó la primera mitad del show que debió tomar un receso “en vista de la avanzada edad de los integrantes” según se escuchó desde una voz en off. Las pulsaciones volvieron a subir a mil veinte minutos después, con los acordes de “Tom Sawyer”, en el que los decibeles obligaron a todo el estadio a mantenerse de pie, rasgando cuerdas imaginarias o simulando los mágicos movimientos de la batería. O cantando con el bueno de Geddy Lee.
Y siguieron muchos temas más: “Free will”, “Subdivisions” o “YYZ” dejaron atónitos a una asistencia en éxtasis y pronto sin voz.
“Sonido perfecto, un grupo fundamental en la historia del rock, había que estar acá”, comenta Enrique Herrera, mientras que otro chillanejo presente en Ñuñoa, Rodrigo Verdugo, no terminaba de reponerse de la impresión: “Es lejos, lo mejor que se ha visto este año”. “Fue emotivo, es la banda sonora de la adolescencia y de los tiempos de la universidad” evoca Miguel Lagos. Con seguridad, otros 40 mil, opinaron lo mismo.

(Nota publicada el 19 de octubre de 2010 en el diario La Discusión de Chillán)

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